Los océanos fueron la cuna de la vida y con los recursos y enfoques necesarios podría llegar a ser el sustento de nuestro futuro. Es momento de darle el valor y la importancia que merece con propuestas eficaces que encaminen nuestro presente y futuro hacia un desarrollo sostenible.

Cuando Carl Sagan hizo girar la cámara al final de la misión de la sonda espacial Voyager 1, no hizo más que confirmarlo: ese planeta azul pálido capturado en una fotografía a miles de kilómetros, era nuestro hogar. Ese color es resultado de la interacción de la luz con la atmósfera y los océanos, y es que el 72% de la superficie de la Tierra está cubierto por masas de agua. Pequeños y grandes mares forman uno de los más complejos ecosistemas. Proporcionan recursos naturales fundamentales, cumplen con funciones clave en la regulación del clima, producen oxígeno y actúan a su vez como depósitos de carbono, entre un sinfín de contribuciones.

Por intuición, necesidad o curiosidad, los seres humanos desde los primeros navegantes hasta los actuales investigadores, nos hemos interesado en descifrar el funcionamiento de los océanos. La ciencia encargada de estudiar e interpretar sus procesos es la oceanografía. Gracias a sus distintas ramas es posible abordar desde un punto de vista físico, químico, biológico o geológico todo el potencial de nuestras aguas.

Los océanos, a pesar de tener tal volumen de trabajo sobre sus espaldas, poseen una salud que se encuentra en declive. La contaminación costera y por plásticos, el aumento de la temperatura global fruto del cambio climático de carácter antropogénico, la sobrepesca y la acidificación de sus aguas están poniendo en jaque su equilibrio y su capacidad de resiliencia.

Actualmente, nos encontramos en la década de la acción para tomar partido, no solo para nuestras aguas sino también para el resto de ecosistemas en nuestro planeta. Es momento de llevar a cabo acciones ambiciosas con el fin de encaminar la conciencia ciudadana, las políticas medioambientales y la actividad empresarial hacia un presente y futuro sostenible.

La Economía y el Crecimiento Azul es reconocido por dar importancia a los mares y los océanos como motores de la economía por su gran potencial para la innovación y crecimiento por la Unión Europea. Dicho concepto engloba todas las actuaciones en proyectos locales con impacto a escala global donde las ciencias oceanográficas tienen un valor clave en su desarrollo. Las oportunidades que brinda esta estrategia tienen implicaciones en sectores medioambientales, económicos y sociales, entre otras esferas, en las que iniciativas como La Buena Huella ha centrado sus compromisos. Con valores para fomentar un estilo de vida sostenible definitivo, La Buena Huella ha creado una red de profesionales y colaboradores con el fin de impulsar ideas y soluciones para cumplir con los objetivos de desarrollo de la Agenda 2030.

Alrededor del 50% de la población mundial se encuentra a una distancia menor de 100 kilómetros de la costa. Personalmente, he tenido la suerte de formar parte de ese porcentaje, disfrutando de parajes costeros y submarinos la mayor parte de mi vida. La especialización en Oceanografía y Gestión del Medio Marino me abrió camino hacia un mundo con horizontes todavía por descubrir, así como me mostró los grandes retos que nuestros mares afrontan. He tenido siempre empatía y cercanía con el medioambiente, es por eso que a día de hoy sigo confiando plenamente en proyectos que frenen el deterioro de nuestros ecosistemas y nos ayuden a seguir disfrutando de nuestro punto azul en su estado más pleno.