Si hay algo más motivador que trabajar en lo que uno se ha formado es el momento en el que uno tiene la posibilidad de difundir los conocimientos adquiridos durante años sobre ese tema que le apasiona. Tras muchos años dedicados a la aplicación de la botánica en diferentes campos de la arquitectura, la jardinería, el interiorismo y en la restauración ambiental, los conocimientos prácticos adquiridos superan en mucho a los aprendidos en la etapa académica. Muchos incluso rebaten aquellos conocimientos iniciales y te empujan a comprobarlo todo. Y casi de manera inmediata surge la necesidad de darlo a conocer.

Hace unos años empecé a colaborar con diferentes entidades en la formación del voluntariado ambiental y a crear diferentes actividades relacionadas principalmente con la botánica. Motivado y convencido resultaba muy fácil difundir el amor y la defensa del mundo vegetal. Laboralmente creaba nuevos espacios verdes en entornos urbanos a través de mi empresa de jardinería vertical sostenible (lo de sostenible es porque es eficiente en cuanto a riego, sustratos y abonos, no porque se sostengan en vertical, como me comentan algunos) y, robándole tiempo al ocio, diseñaba nuevas actuaciones para los grupos de voluntarios ambientales de dos Ayuntamientos.

Hace poco tiempo conocí a Víctor Fernández, de La Buena Huella, un gran equipo multidisciplinar sobre el que se apoyaba un proyecto de sostenibilidad tan ambicioso y emocionante que era casi imposible no caer en la tentación de intentar unirse y formar parte de él, sobre todo cuando los objetivos estaban tan relacionados con mi formación y experiencia.  No le fue difícil, por tanto, convencerme para formar parte de ese equipo y colaborar para sacar adelante el proyecto de La Buena Huella. Ahora ya solo queda investigar los escenarios adaptados a mi papel en el equipo. Y no será difícil.

Los objetivos del proyecto son claros, ayudar a cualquier entidad a rentabilizar su adaptación a los objetivos de desarrollo sostenible mediante la formación y capacitación de las personas. En ocasiones, es necesario apoyarse en un voluntariado específico que facilite la consecución de estos objetivos creando unos escenarios precisos y adaptados que permitan su actuación. Por ello, la formación del voluntariado así como el diseño de su entorno de acción forman parte también de esas estrategias desarrolladas en el proyecto que lleva a cabo La Buena Huella.

El voluntariado ambiental permite, por la amplitud de escenarios sobre los que actúa directa o indirectamente, adquirir fácilmente muchos de los objetivos del desarrollo sostenible. Encauzar el potencial de acción de este tipo de voluntarios es imprescindible en aquellos entornos donde el medioambiente está más comprometido.

Son muchas las personas dentro del equipo de La Buena Huella capacitadas para la formación específica del voluntariado ambiental. Satisfecho de ser una de ellas.